Las semanas pasadas se sucedieron dos noticias sorprendentes y, en cierta medida, relacionadas. El Presidente de la Asociación de Fútbol Brasileña (CBF, en sus siglas en portugués), Ricardo
Por Juan Jacobo Velasco Especial para HOY Las semanas pasadas se sucedieron dos noticias sorprendentes y, en cierta medida, relacionadas. El Presidente de la Asociación de Fútbol Brasileña (CBF, en sus siglas en portugués), Ricardo Teixeira, renunció a su cargo, según la versión oficial, por motivos de salud, y según la versión de los medios, en medio de acusaciones de corrupción que pudieran comprometer al Brasil, organizador del Mundial en 2014, en su cometido. Lo curioso es que estas acusaciones no son nuevas y la renuncia se da a dos años del Mundial, cuando la rueda gira rápidamente y las acusaciones pueden convivir con la gestión dirigencial, como ha sido la norma en la vida de Teixeira durante sus 23 años al mando de la CBF. El período incluso puede considerarse más extenso si se suman las tres décadas que Joao Havelange, suegro de Teixeira, estuvo al frente de la CBF y la FIFA. La patente de corso era una herencia familiar. ¿Qué ocurrió entonces? Las redes sociales. Estas visibilizaron el tema a través de un movimiento que pedía su renuncia por acusaciones de corrupción. A ello se sumó la mirada cada vez más inquisitiva de la prensa, que comenzó a urgar y a destapar escándalos de corrupción que implicaban al ex presidente de la CBF, particularmente con las empresas contratistas que se adjudicaron millonarios contratos de cara al Mundial, acumulándose uno tras otro como una vitrina llena de medallas ganadas gracias al abuso, al tráfico de influencias, los sobornos y otras delicias. Día tras día comenzaron a estallar y a visibilizarse los tentáculos en donde la esfera de influencia y poder de Teixeira no se podían ocultar. Pero eso no fue suficiente para que renunciara. Lo que gatilló su salida fue la evaporación del apoyo del Gobierno de Dilma Rousseff, que está lidiando con sus propias cuitas, llenas de escándalos de corrupción de ministros y militares. Sostener a Teixeira le resultaba difícil a Rousseff, considerando la tremenda tarea de gestionar y realizar el Mundial y reelegir al partido de Gobierno, el PT, el mismo año. A todo esto se sumaba un problema político cada vez más visible. La organización del Mundial implica un poder desmesurado de la FIFA, cuyo ámbito de acción es el equivalente a convertir a los estadios sedes en embajadas, lo que le daba inmunidad y libre albedrío. Ello, mas la lentitud en la ejecución de las obras de infraestructura, fue lo que tensionó la relación Gobierno-FIFA, al punto de que un fusible tenía que quemarse. Incluso aquél aparentemente intocable. Casi al mismo tiempo que Teixeira, el Presidente del Organización Deportiva Panamericana (ODEPA) y miembro del Comité Olímpico Internacional por más de tres décadas, Mario Vásquez Raña, renunció a sus cargos en el COI y en su filial mexicana, manteniendo su plaza en ODEPA. Vásquez también es un dirigente controvertido y poderoso. Lo segundo viene de su condición de dueño del grupo periodístico editorial más grande en lengua hispana (grupo SOL de México) y tercero a nivel mundial, asegurándose un blindaje mediático. El tiempo al mando de ODEPA y su vinculación al COI le obligó a asegurarse su permanencia con crípticos mecanismos de votación que fueron denunciados cuando, el año pasado, se reeligió al mando de la entidad regional hasta 2016. La explicación de su inesperada renuncia a los cargos del COI, en palabras de Vásquez, radicaba en el límite de 80 años de edad –que el mexicano cumple en 2012- para los dirigentes del COI. Dos dirigentes, dos poderes enormes (máximo si se trata de países-continentes como México y el Brasil), dos renuncias que truncan ejercicios en apariencia infinitos. Y una sola, necesaria, y cada vez más urgente, transición hacia periodos que, los aficionados urbi et orbi, esperamos que estén signados por la transparencia, la renovación y la alternancia. De lo contrario, los malos ejemplos tenderán a reproducirse. Para vergüenza de todos. ... |