Desde la tribuna Juan Jacobo velasco Especial para HOY
Desde la tribuna Juan Jacobo velasco Especial para HOY ¡Y llegó la semana de la inauguración de las Olimpiadas de Londres 2012! Han sido cuatro años, desde la conclusión del capítulo chino, de una larga espera para volver a experimentar la explosión adrenalínica que la cita mundial genera. Al cúmulo de deportes, competencias y deportistas que escenificarán un escenario gigantesco de pasión a tope, se suman los sentidos de millones de personas que compartirán sus impresiones sobre las batallas por las preseas doradas en suelo inglés, los orgullos nacionales –con su derivada geopolítica, sobre todo entre Estados Unidos, Rusia y China- que estarán presentes en las banderas y el medallero, y las horas de transmisión en vivo (y con un despliegue tecnológico sin precedentes, tanto en la emisión como en la recepción de la señal) que captará la atención de un auditorio de 1 100 millones diarios por dos semanas. Para los amantes del deporte, esta espera genera una expectativa similar a la que viven los competidores, solo que trasladada a una dimensión más general. Cada deportista está enfocado en su disciplina y competencia específica, mientras que los espectadores se dejan llevar por el instinto de ver y disfrutar del deporte que fuera. En algunos casos, la línea de seguimiento deportivo está marcada a fuego por las preferencias más marcadas. En otros casos, por los deportistas nacionales que estén participando. Y, finalmente, por el nivel de competitividad que surja en un deporte. Los fanatismos se construyen por el grado de afinidad con los deportes y los deportistas. Queda en evidencia cuando se piensa en el nivel de cobertura que tendrán deportes como el fútbol y el balonmano (a nivel colectivo) o el tenis y el tenis de mesa (a nivel individual). Hay disciplinas que son estéticamente bellas –como la gimnasia olímpica, el salto con garrocha y la natación- y otros que son menos atractivos por el tiempo que insumen –marcha olímpica- y su estructura –levantamiento de pesas y el tiro, por ejemplo-. Los héroes deportivos también son un imán. "El rayo" jamaiquino Usain Bolt y el "tiburón de Baltimore" Michael Phelps son referentes indiscutibles que atraen miradas e interés por saber si sus leyendas seguirán siendo escritas a punta de medallas doradas y récords mundiales. Cada país tiene un registro de sus deportistas, contará sus historias y los glorificará si alcanzan un podio. Habrá una expectativa calibrada por el espíritu nacionalista que gatillará un seguimiento instintivo, aún cuando muchos competidores no tengan ninguna opción de triunfo. En el caso ecuatoriano, la de 2012 será la olimpiada más nutrida, y con algunas posibilidades de éxito. Si bien existen buenas posibilidades en remo, pesas y boxeo, si se piensa en la prevalencia y logros que obtuviera Jefferson Pérez, que fue varias veces campeón del mundo en marcha olímpica cosechó una medalla de oro y otra de plata, la primera contra toda expectativa,es mejor tomar cierta distancia y tener paciencia. Incluso los campeones de raza como "Jeff" pueden tener resbalones en la cita olímpica, o emerger victoriosos cuando nadie lo espera. Pero lo que hace que los fanáticos quedemos prendados de la pantalla, es el espíritu de competencia que se plasma en cada batalla olímpica. Cuando la disputa es cerrada y los deportistas dan lo máximo para ganar, el esfuerzo se constata por las fracciones de segundo que definen al campeón en la brazada, pedaleada o carrera, por el kilo adicional en la barra del levantamiento, por la anotación que cambia el destino de un partido o por el centímetro de más en los saltos o lanzamientos. Siempre más alto y más fuerte. Siempre recordándonos que el deporte, en la cita olímpica, exige de los deportistas lo mejor para triunfar. Y que en la vida ocurre igual. Incluso aunque al final se pierda, como ocurrió con el púgil Marlon Delgado, quien en su primer combate olímpico dejo un ejemplo de entereza y entrega que será difícil de olvidar. ... |